Pinturas de temática
mitológica y alegórica

La pintura mitológica y alegórica tuvo un extraordinario desarrollo en el arte europeo de los periodos renacentista y barroco, fenómeno mucho más leve en el arte hispánico. En la Ilustración, subestimado en parte el lenguaje persuasivo de este género, el interés se vio mudado hacia otros géneros como la pintura de historia o la alegoría basada en el mundo clásico. Goya, en consonancia con los nuevos gustos, frecuentó poco los temas mitológicos aunque sí fue consciente de sus valores alegóricos en ciertos programas iconográficos que a primera vista nada tienen que ver con la fábula o la alegoría como es el caso de los famosos (Museo del Prado y otras colecciones extranjeras) interpretados durante mucho tiempo con simples escenas de género.

Goya, durante sus años de formación en el taller de José Luzán, a buen seguro que debió ejercitarse copiando coleccionados por su maestro. La primera noticia acerca de una obra mitológica en la obra de Goya es la Sileno (sátiro borrachín educador de Dioniso) en el concurso de la Academia de San Fernando de Madrid en 1763. Algunos críticos han apuntado la posibilidad de la colaboración, por esa misma época, de Goya con su futuro cuñado Francisco Bayeu en los frescos del Palacio Real Nuevo, La caída de los Gigantes.

Durante la estancia de Goya en Italia (h. 1770-1771) conoció de primera mano no sólo el legado superviviente del pasado clásico sino las obras mitológicas y alegóricas de los grandes maestros. En el concurso de la Academia de Parma de 1770 presentó una gran pintura de historia de tipo alegórico Aníbal vencedor que por primera vez miró Italia desde los Alpes (Fundación Selgas-Fagalde, Cudillero, Asturias). En este óleo existe un uso correcto de la iconografía mitológica utilizada en la representación del río Po, la Fortuna y el Genio. Estudios parciales de esta pintura se encuentran en el Cuaderno italiano (Museo del Prado, h. 1770-1786) así como dibujos de obras mitológicas clásicas que le llaman especialmente la atención (por ejemplo el Hércules Farnese). Vinculados cronológica y estilísticamente a esta época italiana, se encuentran varios cuadritos como Sacrificio a Vesta y Sacrificio a Pan (ambos en colecciones particulares; recientemente Pierre Rosenberg los atribuye a un artista francés), y Venus y Adonis (col. part.).

En 1784, cuando la fama de Goya en la corte empezó a consolidarse no sólo entre la familia real sino entre la nobleza, ejecutó Hércules y Onfalia (col. part., Madrid). Se trata de interpretación burlesca de la leyenda, en la que se muestra a un Hércules afanado por enhebrar una aguja con lino mientras la reina de Lidia, Onfalia, a la sazón enamorada de su esclavo, y una sirvienta contemplan risueñas la “proeza” del dominado amante. El tema está inspirado por la literatura mitológica de carácter burlesca, en boga durante la Ilustración.

Una Alegoría del Amor, identificada con Cupido y Psique (h. 1798-1803; Muset Nacional d'Art de Catalunya, Barcelona; legado Cambó) muestra a la princesa Psique tapándose el rostro con un velo azul (en parte perdido) para no descubrir a su ignorado amante Cupido el cual sale del lecho al tiempo que amanece. Esta bella pintura es representante del neoclasicismo romántico más depurado, bastante inusual en la obra de Goya; constituye una sutil alegoría del Amor (Cupido) y la Muerte (Psique que en griego significa el alma) que algún crítico ha querido relacionar con la reciente muerte de la duquesa de Alba, amada por Goya.

Algo posteriores a este cuadro son las alegorías pintadas por encargo de Godoy también destacables por su erudita utilización de los asuntos mitológicos: Alegoría de la Poesía y España, el Tiempo y la Historia (h. 1802-1806; Nationalmuseum, Estocolmo).

La última pintura mitológica conocida del maestro de Fuendetodos es Saturno devorando a su hijo de la serie de las que adornaban la quinta de Goya en las afueras de Madrid (h. 1820-1822, Museo del Prado; también se conserva en el museo un dibujo, probable idea para el mural). Es representado Saturno (Cronos) devorando a uno de sus hijos los cuales engullía a medida que nacían pues sus padres, Urano y Gea, le profetizaron que sería destronado por uno de sus hijos (como así fue, por Zeus). La clave iconológica de tan tremenda obra, ejecutada con un patetismo plástico inusitado en su época, no está todavía clara pero parece relacionarse con el temperamento de la Melancolía, símbolo de “las fuerzas destructivas de la vida lo mismo que las geniales y brillantes, vejez, enfermedad y aislamiento al tiempo que el genio creativo y oneroso del artista” (F. Nordström).

Bibliografía

Gaya Nuño, Juan Antonio. Las pinturas mitológicas de Goya. En: Goya, 100 (1971) 207-210.

López Torrijos, Rosa. Goya, el lenguaje alegórico y el mundo clásico. En: Archivo Español de Arte, 270 (1995) 165-177.

Ricardo Centellas

Aníbal vencedor contemplando los Alpes
Hércules y Onfalia
Saturno devorando a sus hijos
 
 
 
 
 
 

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